Tiempo

El ser humano se empeña en marcar el paso del tiempo copando sus días de aniversarios y fechas para el recuerdo. Así, rememoramos anualmente cada paso importante que hemos dado en nuestras vidas, desde el día en que nacimos hasta el que nos rompimos un pie. Por supuesto, me dejo llevar por la tónica general. Adoro los regalos y los ramos de flores, los mensajes de felicitación... las palabras y gestos bonitos.

Un buen día, después de meses de indecisiones, de besos apasionados, de caricias a medias, de te quieros casi sin pronunciar, dije sí. Era MAGIA. Cada segundo pasado a su lado se me hacía una milésima, robándole tiempo al sueño, necesitaba vivirlo todo a su lado. Yo, que me había convertido en una descreida, volvía a estar enamorada. Y mi mundo volvía a estar en orden, junto a él. Mañana hará cuatro años. Hoy sonrío por lo que hemos vivido... y por lo que nos queda por vivir.

Días grises

Quería que comenzaran los días grises y aquí los tengo. Cuidado con lo que deseas, que diría Edurne... Debería haber sabido que en cuanto los días grises comenzaran yo también me pondría gris. Desde siempre es mi sino mimetizarme con el entorno, me dejo llevar por las lluvias y los vientos y me pongo tormentosa. Tanto que vuelvo a darle vueltas a lo que llevo muchos días ignorando, latente siempre. Vuelvo a añorar lo que no tengo. Es sencillo: empiezo a pensar, leo algún comentario y súbitamente me doy cuenta de que ya no soy lo primero, al menos no con la urgencia que lo era antes. Y extraño los besos furtivos, los apasionados, el roce constante de una mano perpetua, las ganas de que no pasara el tiempo cuando el tiempo pasaba tan rápido. El principio. Anclada en esto, que no es el principio, ni la mitad, ni el fin, anclada en esto que es la nada, que no emociona, que no divierte, que sólo encuentra problemas y pegas, que a veces duele. Molesta porque me gustaba ser el centro, su centro, y siento que ya no lo soy. ¿Egoísta? Quizá, pero el amor lo es casi siempre, al menos para una de las partes. Y vuelvo a pensar que me gusta más que me quieran que querer y que el conformismo nunca ha casado bien conmigo.

Cansancio

Muchas veces me siento estúpida. Por confiar. Por creer. Por requerir. Por descolgar el teléfono. Incapaz de controlar este maldito genio mío que pone una venda roja delante de mis ojos tiñendo todas mis experiencias de un fatalismo terrible, llevo tantos años intentando ceñirme al "modelo tipo" que debería ser, que estoy cansada. Me canso hasta a mí. Y cada vez que tengo un horrible día rojo descuelgo el teléfono y requiero. Una y otra vez, hasta la extenuación.

De incorformismos y otras enfermedades

Hablaba ayer por teléfono con mi amiga Rocío, un tesorito que encontré en mi curro del fin de semana, y acabamos como siempre en ese punto que mezcla lo divino y lo humano. A propósito de la inmersión en mi particular "bucle espacio-temporal" retomamos una antigua conversación que versaba sobre el momento de mi vida en el que parezco encontrarme y el lugar en el que está mi cabeza. Como podéis imaginar no son el mismo sitio.
Ella opina que no he llegado al punto de conformismo. Me explico, una vez que tienes pareja y casa, o proyecto de la misma, se supone que has de seguir ciertas pautas estereotipadas al igual que hace todo el mundo. Yo, por definición, estoy en conflicto conmigo misma, deseando tener algunas de esas cosas, pero sin entender que por ello deba renunciar a ciertas otras. Sobre todo a mi sueño. Porque ahí es dónde está el fallo. El llegar a tener lo que ansío implica que trabaje todos los días de la semana y que no tenga tiempo para casi nada más. Que esté cansada todo el tiempo. Que no encuentre ganas, ni motivación.
Quiero escribir desde que recuerdo. Siempre que alguien me preguntaba qué sería de mayor yo respondía, sin la menor duda, que sería escritora. Ahora llevo demasiados años escuchándome decirlo y empiezo a estar cansada de no encontrar la "maldita inspiración". Lo cierto es que cada vez que cojo el bolígrafo (sí, soy de las que todavía escribe a mano) y el cuaderno me paralizo. Empiezo, releo y tacho... así, sin más. Nada es suficientemente bueno, quizá sea crítica en exceso. Necesito encontrar el camino. Y ahí es dónde radica mi incorformismo.

Emociones

Con la emoción que contiene el principio, así me gustaría vivir cada día. Sin saber cuándo sonará el teléfono o si al abrir mi bandeja de entrada encontraré su nombre entre la publicidad. Acompañando cada segundo de la cosquilleante incertidumbre que impide aseverar certezas. Sonriendo sin querer al recordar un instante/mirada/caricia. Atesorando recuerdos nuevos, enterrando los viejos en el cementerio de las cosas inservibles. Así querría que corriera el transcurrir de mis metáforas. Obviando la placidez de la rutina. ¿Rutina? Sólo la del despertador que me obliga a levantarme antes que amanezca. Sólo la seguridad de que me ama. El resto debería ser una montaña rusa en vez de un carrusel repitiendo su recorrido en un perfecto círculo. Tan difícil encontrar la motivación y no dejarse llevar. Tan difícil revelarse. Mientras tanto el continuo fluir rodea mi vida... y me quedo girando en medio de la nada.

Cafés

Es curioso cómo pasan las cosas o por qué... no sé cuál es la diferencia, la verdad. Acostumbrada a vivir en un altibajo emocional brutal, siempre sintiendo demasiado, siempre dándole vueltas a cualquier acontecimiento por nimio que sea, he conseguido con los 31 cierta relativización. Hace años, tantos que casi da vergüenza recordarlo, ya hablaba con una amiga de "subirse a la mesa" para ver los problemas desde otra perspectiva. Esta vez ha sido un regalo de cumpleaños el que ha conseguido alejarme de mi perpetuo "mirarme el ombligo". Lo primero que me llamó la atención cuando abrí el paquete que mi amiga Rocío me tendía fue el nombre: El mejor lugar del mundo es aquí mismo. Tengo debilidad desde que comencé a leer por los eternos títulos con mensaje ... Gracias a ello descubrí a Stieg Larsson. Lo cierto es que tras esa sugerente taza de café, tan evocadora de otras tazas que han escuchado tantas confidencias, descubrí un precioso cuento con el amor, no sólo hacia los demás sino también hacia uno mismo, en un rol protagónico. Confieso que en un principio el rollo psicológico que parecía intuir me echó un poco para atrás pero eliminando los prejuicios en una mañana de domingo me enamoré de la historia de Iris. No me costó comprender qué había llevado a Rocío a escoger ese regalo para mí, tampoco por qué le había enganchado. Decía al principio que es curioso cómo pasan las cosas o por qué. Este cuento me encontró a mí porque yo estaba destinada a encontrarlo.

Villa Diamante

Con la voracidad que provocan los buenos libros, con esa mezcla de ansía por que llegue el fin y deseo de que no termine nunca, hoy he finalizado la lectura de Villa Diamante. Desde las primeras páginas, me enganchó la manera de escribir de Boris. Conocida de sobra la histriónica personalidad demostrada por el autor en los programas de televisión, no esperaba encontrar una novela sólida, bien construida, en consonancia con la narrativa de mi muy admirado Gabriel García Márquez... Hay algo en los narradores sudamericanos, quién sabe si provocado por el clima tropical, que va tejiendo en torno al lector una maraña de la que resulta imposible salir: mientras leía la novela todo ha sido ella. Cada mañana me he metido en la piel de Elisa, unas veces comprendiendo sus decisiones, otras quedándome perpleja por su forma de actuar, pero siempre admirando su modo de encarar la vida, magnífica mujer que teniendo las de perder acabó casi ganando.
Para alguien como yo que pretende hacer de la narrativa su forma de vida, la novela de Izaguirre es un gran ejemplo. Quizá algún día encuentre la disciplina e inspiración necesarias.