Cafés

Es curioso cómo pasan las cosas o por qué... no sé cuál es la diferencia, la verdad. Acostumbrada a vivir en un altibajo emocional brutal, siempre sintiendo demasiado, siempre dándole vueltas a cualquier acontecimiento por nimio que sea, he conseguido con los 31 cierta relativización. Hace años, tantos que casi da vergüenza recordarlo, ya hablaba con una amiga de "subirse a la mesa" para ver los problemas desde otra perspectiva. Esta vez ha sido un regalo de cumpleaños el que ha conseguido alejarme de mi perpetuo "mirarme el ombligo". Lo primero que me llamó la atención cuando abrí el paquete que mi amiga Rocío me tendía fue el nombre: El mejor lugar del mundo es aquí mismo. Tengo debilidad desde que comencé a leer por los eternos títulos con mensaje ... Gracias a ello descubrí a Stieg Larsson. Lo cierto es que tras esa sugerente taza de café, tan evocadora de otras tazas que han escuchado tantas confidencias, descubrí un precioso cuento con el amor, no sólo hacia los demás sino también hacia uno mismo, en un rol protagónico. Confieso que en un principio el rollo psicológico que parecía intuir me echó un poco para atrás pero eliminando los prejuicios en una mañana de domingo me enamoré de la historia de Iris. No me costó comprender qué había llevado a Rocío a escoger ese regalo para mí, tampoco por qué le había enganchado. Decía al principio que es curioso cómo pasan las cosas o por qué. Este cuento me encontró a mí porque yo estaba destinada a encontrarlo.

Villa Diamante

Con la voracidad que provocan los buenos libros, con esa mezcla de ansía por que llegue el fin y deseo de que no termine nunca, hoy he finalizado la lectura de Villa Diamante. Desde las primeras páginas, me enganchó la manera de escribir de Boris. Conocida de sobra la histriónica personalidad demostrada por el autor en los programas de televisión, no esperaba encontrar una novela sólida, bien construida, en consonancia con la narrativa de mi muy admirado Gabriel García Márquez... Hay algo en los narradores sudamericanos, quién sabe si provocado por el clima tropical, que va tejiendo en torno al lector una maraña de la que resulta imposible salir: mientras leía la novela todo ha sido ella. Cada mañana me he metido en la piel de Elisa, unas veces comprendiendo sus decisiones, otras quedándome perpleja por su forma de actuar, pero siempre admirando su modo de encarar la vida, magnífica mujer que teniendo las de perder acabó casi ganando.
Para alguien como yo que pretende hacer de la narrativa su forma de vida, la novela de Izaguirre es un gran ejemplo. Quizá algún día encuentre la disciplina e inspiración necesarias.