Dos

Hace unos días, bajo tierra camino del trabajo, observaba con curiosidad a una pareja. Se abrazaban, entrelazaban sus manos y se tocaban constantemente. Su forma de relacionarse consistía en un continuo contacto físico.

Mientras esperaba que el tren hiciera su aparición en el andén, mi mirada se topó con unos pies en unas festivas manoletinas de flores. Me llamó la atención el que todos sus huesecillos se revelasen ante mí y no pude por menos que continuar ni recorrido por el cuerpo de aquella mujer hasta llegar a su cabeza. Cuando llegué a sus manos reparé en él y en su forma de tratarla: con una dulcísima e infinita ternura. Ambos nómadas modernos, iban pertrechados con esa suerte de tartera que cargamos quienes trabajamos tan lejos del hogar que nos vemos obligados a "comer de tupper".

Una vez dentro del tren, con mi insaciable curiosidad manifiestamente insatisfecha me topé con ellos sentados frente a mí. Fue cuando constaté lo que antes sólo habia intuido. La mujer que provocaba esa devota mirada estaba delgada hasta el límite. En ese momento pensé "Esto sí que es AMOR". Y me ví obligada a dejar de mirar porque el hombre se había percatado de mi atención y parecía molesto.

Pude ver más allá del dolor, de las lágrimas, de la enfermedad, pude ver el soporte, el apoyo, el amor incondicional. Pude ver en los ojos de él a la mujer que él seguía viendo. Me alegré mucho por ella. Pensé que, dentro de la desgracia, ella era muy afortunada porque alguien luchaba a su lado.